Sueño ligero, producto de haberme acostado a las 4 sin ganas de dormir. Despierto una y otra vez, pero me quedo en la cama. Duermo. Despierto, hay luz en el cuarto contiguo y la ventana ilumina la mitad de mi habitación. Alcanzo a tientas el celular sobre la mesa al lado de mi cama. Son las 5:30, demasiado temprano. El noctámbulo en el cuarto de al lado comienza a recitar en voz altísima. Es mi hermana menor. No sé si me sorprende o me molesta que se haya levantado tan temprano para estudiar. Intento dormir y lo logro. Se enciende intensamente la luz de mi habitación. La lumbre me lastima los ojos y me cubro la cara con las sabanas. Alguien rebusca en el armario con total confianza de no haberme despertado. Se oyen las puertas sacudidas y el mover, sacar y poner de diferentes cosas. Deben estar buscando toallas. No sé por qué las guardan en mi cuarto. Se va, apaga la luz, y no me entero quien fue el sinvergüenza que se atrevió a despertarme por segunda vez. Inevitablemente despierto, chequeo el celular. Ya son las 8 y mis hermanas ya se deben haber ido al colegio. Me sorprende no haberme percatado de las tazas, charlas y la televisión, trajín habitual del desayuno. Intento nuevamente pegar el ojo pero no puedo. Ya se oyen los colectivos y trenes de la maldita Rivadavia, a media cuadra de mi casa, y la televisión me taladra la cabeza. Me debato entre la idea de rendirme a la mañana o seguir refugiado en mi cama. Entonces llega mi viejo, que agresiva e innecesariamente me viene a despertar, aclarando que ya es demasiado tarde para seguir durmiendo. Espero a que se vaya, no tengo ganas de hablar con él. Se oye el ruido del auto abandonando el garaje, señal para levantarme. Me pongo de pie con torpeza y tumbo un banco al salir. Mi cuarto está colapsado de cosas. En el baño enciendo la canilla y lo disfruto. Ruido blanco más perteneciente al sueño que a la trivialidad de la limpieza matinal. Voy llegando a la cocina y ya puedo oír la vieja cafetera que ya hace demasiado ruido al funcionar. Sirvo el café y lo tomo rápidamente. No me gusta estar en la cocina. Regreso al refugio de mi cuarto y me dispongo a dispersar mi mente antes de concentrarme en el trabajo de la facultad. Saco mi guitarra y toco acompañado de música fuertísima en la computadora. Justo como me gusta. Placer gratis, que me alegra la mañana.
sábado, 17 de mayo de 2008
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